1. El significado de Getsemaní
El suceso en el que Jesús es arrestado en el huerto de Getsemaní (Juan 18:1-11) es una escena que resuena con profunda fuerza a lo largo de todo el Nuevo Testamento. Allí contemplamos el lugar en el que Jesús decidió cargar con el pecado de la humanidad y emprender el camino de la expiación; y, al mismo tiempo, vemos la debilidad de los discípulos y la obediencia decidida de Jesús a la voluntad del Padre. Al leer este pasaje, múltiples elementos conmueven nuestro corazón de una sola vez: la tragedia de un discípulo que ama a su Maestro pero termina traicionándolo, el poder de la muerte que intenta rodear al inocente Mesías con furia asesina, y la actitud de Jesús que permanece firme y sin titubeos ante esa amenaza. Todo esto nos lleva a comprender que el camino de la cruz no es una "derrota", sino una senda de "obediencia plena y victoria".
Sobre todo, el relato de Getsemaní en el Evangelio de Juan presenta un matiz un tanto diferente. Mientras que en los Evangelios sinópticos (Mateo, Marcos, Lucas) se relata detalladamente la oración de Jesús en Getsemaní, en Juan no se describe directamente esa oración. En cambio, Juan dedica todo el capítulo 17 a la llamada "Oración sumo sacerdotal", y al llegar al capítulo 18 se centra en la escena en la que Jesús cruza el torrente de Cedrón y entra en el huerto, seguido de su arresto inmediato. Podemos interpretar que Juan quiere subrayar que, en la Última Cena, Jesús ya había tomado la decisión de dirigirse hacia la cruz, y todo lo que acontece después es la prolongación de esa determinación. Puesto que el propósito de Jesús de ir a la cruz ya se había vuelto claro, Juan omite la oración angustiosa de Getsemaní tal como aparece en los sinópticos. En su lugar, recalca la frase: "Jesús, sabiendo todas las cosas que le habían de sobrevenir" (Juan 18:4), enfatizando así que Jesús eligió voluntariamente el camino del calvario.
Pastor David Jangcoloca el núcleo de los Evangelios en la obra redentora de Jesucristo y subraya cómo, en ese proceso de redención, la pecaminosidad humana y el amor de Dios interactúan de manera entrelazada. El suceso de Getsemaní cobra aún mayor relevancia desde esta perspectiva de David Jang Pastor. Y es que precisamente aquí se ve con total crudeza la posible conclusión trágica que puede acarrear el pecado humano, pero, al mismo tiempo, se atestigua cómo el plan salvífico de Dios sigue su curso sin desviarse ni un ápice.
Tal como lo ha enfatizado en repetidas ocasiones Pastor David Jangen sus sermones, el suceso de Getsemaní también se convierte en el trasfondo que muestra cuán esencial es el lugar de la oración. En los Evangelios sinópticos percibimos la tensión de la oración angustiosa de Jesús, que ora hasta que su sudor se transforma en gotas de sangre; pero en el Evangelio de Juan esa escena no aparece detallada. En su lugar, se destaca más la afirmación directa de Jesús: "Yo soy" (Juan 18:5-6). Esto recalca el punto teológico de la perfecta armonía entre la autoridad divina y la obediencia de Jesús. Él, como hombre, experimenta dolor, pero simultáneamente, como Hijo de Dios, se somete por completo al plan divino, venciendo así el pecado y la muerte. Tal y como Pastor David Jangrepite en sus escritos y predicaciones: "El Señor llevó sobre sí toda la pecaminosidad humana, pero jamás se doblegó ante el pecado, sino que venció al pecado y a la muerte, abriendo el camino de la vida". Esta visión queda nítidamente expuesta en el relato del arresto en Getsemaní.
En particular, llama la atención Juan 18:3, donde Judas se presenta con un destacamento de soldados y alguaciles de los principales sacerdotes, portando linternas, antorchas y armas para arrestar a Jesús. Juan describe detalladamente esta escena para revelar dos elementos de forma dramática. Primero, las linternas y antorchas, que normalmente sirven para iluminar la oscuridad y buscar la verdad, ahora se usan al revés, es decir, como herramientas para arrestar a la mismísima "Verdad". Segundo, las armas, en vez de usarse para defender y proteger al Salvador enviado por Dios, se emplean para amenazar y agredirlo. Pastor David Jangcalifica este hecho como "el momento en que la pecaminosidad humana se manifiesta de la forma más vil", porque los recursos y la autoridad que Dios ha dado para promover el bien y defender la verdad se están usando ahora con el propósito de preservar intereses y poder egoísta. Esto no se limita a un hecho de hace 2000 años; también en la Iglesia y en el mundo de hoy se repite una y otra vez como una amarga advertencia.
Otro punto digno de atención es la escena en la que Pedro empuña la espada y corta la oreja del siervo del sumo sacerdote (Juan 18:10). Podría parecer un acto de valentía humana, pero Jesús ordena que la espada sea envainada y dice: "¿No he de beber la copa que el Padre me ha dado?" (Juan 18:11). Esto no solo va dirigido a Pedro, sino a todos los discípulos y, por extensión, a todos los creyentes, como una enseñanza de suma importancia: aunque a nuestros ojos una acción pueda parecernos "justa", si no está alineada con la voluntad última de Dios, terminará siendo un camino equivocado. Pastor David Jangreflexiona sobre esto lanzando la pregunta: "Cuando la justicia humana se enfrenta a la justicia de Dios, ¿a cuál de las dos nos aferramos?". E insta a los fieles a no vanagloriarse de su rectitud ni de su fervor, sino primero a obedecer por completo la voluntad divina. A fin de cuentas, nuestro ardor y valentía humanos pueden quedarse en meros esfuerzos carnales, mientras que la verdadera obediencia implica entregar todo nuestro ser a Dios y caminar en la senda que Él ha determinado.
Según la predicación de David Jang Pastor, el suceso de Getsemaní transmite a la Iglesia y a los creyentes de hoy dos mensajes centrales. Primero, que el Hijo de Dios, Jesucristo, asumió voluntariamente el sufrimiento para librar a la humanidad del poder del pecado y de la muerte, abriendo el camino de la salvación. Es fundamental entender que Jesús no fue "capturado" contra su voluntad, sino que "se presentó voluntariamente". Juan escribe con claridad: "Jesús, sabiendo todas las cosas que le habían de sobrevenir, se adelantó" (Juan 18:4), subrayando que el camino de la cruz se cumplió bajo el plan soberano del Padre de manera voluntaria. Pastor David Jangdestaca que este hecho nos otorga el sentido de misión de "no vacilar ante ningún sacrificio cuando la voluntad de Dios está clara". El segundo mensaje es que la obra de salvación no se logra mediante la pasión o la fuerza humanas (la espada, la antorcha, la linterna), sino únicamente a través de la cruz. A pesar de que la acción de Pedro al blandir la espada podría parecer digna de elogio, ese no era el camino del Señor. La salvación fluye solo desde la cruz. El Señor venció la muerte probándola en carne propia, y así, cuando el pecador cree en Cristo, recibe una vida nueva. Este es el concepto de la "victoria paradójica de la cruz" que Pastor David Jangmenciona con frecuencia. Aunque la cruz pueda parecer una señal de derrota y muerte, en realidad es la máxima expresión de la sabiduría y el poder de Dios, pues abre la puerta a la resurrección y a la vida.
El suceso en el que Jesús es arrestado en el huerto de Getsemaní (Juan 18:1-11) es una escena que resuena con profunda fuerza a lo largo de todo el Nuevo Testamento. Allí contemplamos el lugar en el que Jesús decidió cargar con el pecado de la humanidad y emprender el camino de la expiación; y, al mismo tiempo, vemos la debilidad de los discípulos y la obediencia decidida de Jesús a la voluntad del Padre. Al leer este pasaje, múltiples elementos conmueven nuestro corazón de una sola vez: la tragedia de un discípulo que ama a su Maestro pero termina traicionándolo, el poder de la muerte que intenta rodear al inocente Mesías con furia asesina, y la actitud de Jesús que permanece firme y sin titubeos ante esa amenaza. Todo esto nos lleva a comprender que el camino de la cruz no es una "derrota", sino una senda de "obediencia plena y victoria".
Sobre todo, el relato de Getsemaní en el Evangelio de Juan presenta un matiz un tanto diferente. Mientras que en los Evangelios sinópticos (Mateo, Marcos, Lucas) se relata detalladamente la oración de Jesús en Getsemaní, en Juan no se describe directamente esa oración. En cambio, Juan dedica todo el capítulo 17 a la llamada "Oración sumo sacerdotal", y al llegar al capítulo 18 se centra en la escena en la que Jesús cruza el torrente de Cedrón y entra en el huerto, seguido de su arresto inmediato. Podemos interpretar que Juan quiere subrayar que, en la Última Cena, Jesús ya había tomado la decisión de dirigirse hacia la cruz, y todo lo que acontece después es la prolongación de esa determinación. Puesto que el propósito de Jesús de ir a la cruz ya se había vuelto claro, Juan omite la oración angustiosa de Getsemaní tal como aparece en los sinópticos. En su lugar, recalca la frase: "Jesús, sabiendo todas las cosas que le habían de sobrevenir" (Juan 18:4), enfatizando así que Jesús eligió voluntariamente el camino del calvario.
Pastor David Jangcoloca el núcleo de los Evangelios en la obra redentora de Jesucristo y subraya cómo, en ese proceso de redención, la pecaminosidad humana y el amor de Dios interactúan de manera entrelazada. El suceso de Getsemaní cobra aún mayor relevancia desde esta perspectiva de David Jang Pastor. Y es que precisamente aquí se ve con total crudeza la posible conclusión trágica que puede acarrear el pecado humano, pero, al mismo tiempo, se atestigua cómo el plan salvífico de Dios sigue su curso sin desviarse ni un ápice.
Tal como lo ha enfatizado en repetidas ocasiones Pastor David Jangen sus sermones, el suceso de Getsemaní también se convierte en el trasfondo que muestra cuán esencial es el lugar de la oración. En los Evangelios sinópticos percibimos la tensión de la oración angustiosa de Jesús, que ora hasta que su sudor se transforma en gotas de sangre; pero en el Evangelio de Juan esa escena no aparece detallada. En su lugar, se destaca más la afirmación directa de Jesús: "Yo soy" (Juan 18:5-6). Esto recalca el punto teológico de la perfecta armonía entre la autoridad divina y la obediencia de Jesús. Él, como hombre, experimenta dolor, pero simultáneamente, como Hijo de Dios, se somete por completo al plan divino, venciendo así el pecado y la muerte. Tal y como Pastor David Jangrepite en sus escritos y predicaciones: "El Señor llevó sobre sí toda la pecaminosidad humana, pero jamás se doblegó ante el pecado, sino que venció al pecado y a la muerte, abriendo el camino de la vida". Esta visión queda nítidamente expuesta en el relato del arresto en Getsemaní.
En particular, llama la atención Juan 18:3, donde Judas se presenta con un destacamento de soldados y alguaciles de los principales sacerdotes, portando linternas, antorchas y armas para arrestar a Jesús. Juan describe detalladamente esta escena para revelar dos elementos de forma dramática. Primero, las linternas y antorchas, que normalmente sirven para iluminar la oscuridad y buscar la verdad, ahora se usan al revés, es decir, como herramientas para arrestar a la mismísima "Verdad". Segundo, las armas, en vez de usarse para defender y proteger al Salvador enviado por Dios, se emplean para amenazar y agredirlo. Pastor David Jangcalifica este hecho como "el momento en que la pecaminosidad humana se manifiesta de la forma más vil", porque los recursos y la autoridad que Dios ha dado para promover el bien y defender la verdad se están usando ahora con el propósito de preservar intereses y poder egoísta. Esto no se limita a un hecho de hace 2000 años; también en la Iglesia y en el mundo de hoy se repite una y otra vez como una amarga advertencia.
Otro punto digno de atención es la escena en la que Pedro empuña la espada y corta la oreja del siervo del sumo sacerdote (Juan 18:10). Podría parecer un acto de valentía humana, pero Jesús ordena que la espada sea envainada y dice: "¿No he de beber la copa que el Padre me ha dado?" (Juan 18:11). Esto no solo va dirigido a Pedro, sino a todos los discípulos y, por extensión, a todos los creyentes, como una enseñanza de suma importancia: aunque a nuestros ojos una acción pueda parecernos "justa", si no está alineada con la voluntad última de Dios, terminará siendo un camino equivocado. Pastor David Jangreflexiona sobre esto lanzando la pregunta: "Cuando la justicia humana se enfrenta a la justicia de Dios, ¿a cuál de las dos nos aferramos?". E insta a los fieles a no vanagloriarse de su rectitud ni de su fervor, sino primero a obedecer por completo la voluntad divina. A fin de cuentas, nuestro ardor y valentía humanos pueden quedarse en meros esfuerzos carnales, mientras que la verdadera obediencia implica entregar todo nuestro ser a Dios y caminar en la senda que Él ha determinado.
Según la predicación de David Jang Pastor, el suceso de Getsemaní transmite a la Iglesia y a los creyentes de hoy dos mensajes centrales. Primero, que el Hijo de Dios, Jesucristo, asumió voluntariamente el sufrimiento para librar a la humanidad del poder del pecado y de la muerte, abriendo el camino de la salvación. Es fundamental entender que Jesús no fue "capturado" contra su voluntad, sino que "se presentó voluntariamente". Juan escribe con claridad: "Jesús, sabiendo todas las cosas que le habían de sobrevenir, se adelantó" (Juan 18:4), subrayando que el camino de la cruz se cumplió bajo el plan soberano del Padre de manera voluntaria. Pastor David Jangdestaca que este hecho nos otorga el sentido de misión de "no vacilar ante ningún sacrificio cuando la voluntad de Dios está clara". El segundo mensaje es que la obra de salvación no se logra mediante la pasión o la fuerza humanas (la espada, la antorcha, la linterna), sino únicamente a través de la cruz. A pesar de que la acción de Pedro al blandir la espada podría parecer digna de elogio, ese no era el camino del Señor. La salvación fluye solo desde la cruz. El Señor venció la muerte probándola en carne propia, y así, cuando el pecador cree en Cristo, recibe una vida nueva. Este es el concepto de la "victoria paradójica de la cruz" que Pastor David Jangmenciona con frecuencia. Aunque la cruz pueda parecer una señal de derrota y muerte, en realidad es la máxima expresión de la sabiduría y el poder de Dios, pues abre la puerta a la resurrección y a la vida.
Podemos resumir el significado teológico del arresto en Getsemaní (Juan 18) en dos ejes: la entrega voluntaria y el sacrificio de Jesucristo, y la pecaminosidad y fragilidad de quienes estuvieron presentes allí. Jesús protege y cuida a sus discípulos hasta el final; los discípulos, en cambio, caen una y otra vez en su debilidad y traición. Este contraste nos permite descubrir la verdad evangélica de que "el ser humano es profundamente débil, pero el plan de salvación de Dios es inmutable". Pastor David Jangañade: "La Iglesia no debe olvidar que Jesús recorrió primero ese camino y lo consumó. Cuando seguimos los pasos del Señor, no debemos confiar en nosotros mismos, sino en la redención consumada por Él". En definitiva, el suceso de Getsemaní es un texto valioso que muestra cómo se hace realidad el "Reino de Dios" en el punto de intersección entre la obediencia activa de Cristo y la pecaminosidad humana.
Además, vale la pena reflexionar en el significado que tiene el propio lugar de Getsemaní. Durante su ministerio público, Jesús predicaba en el Templo y, luego, se dirigía al monte o al huerto (el Monte de los Olivos o Getsemaní) para orar y meditar con sus discípulos. El Templo y el huerto representan dos espacios: el lugar de la predicación pública y el lugar de la comunión y meditación personal. Pastor David Jangse sirve de esta contraposición para afirmar: "Hoy día, la Iglesia también necesita, además del culto y la predicación pública, ese tiempo de 'huerto espiritual', en el que cada creyente tenga un encuentro personal y silencioso con el Señor". Getsemaní simboliza precisamente ese "huerto espiritual", donde Jesús oraba e instruía íntimamente a sus discípulos, y también donde, antes de enfrentar la cruz, hizo la decisión final de obediencia total. Para los creyentes de hoy, Getsemaní significa "el lugar de comunión profunda y de determinación con el Señor". Aun cuando el mundo exterior esté en alboroto, aquellos que buscan la voluntad del Señor en ese huerto y siguen el ejemplo de Jesús reciben fuerzas para cargar con la cruz y avanzar con la esperanza de la resurrección.
En síntesis, el suceso del arresto en el huerto de Getsemaní, relatado en Juan 18, es un pasaje central que nos muestra cuán activa y decisiva fue la elección de Jesús por la expiación en favor nuestro. Cuando Pastor David Jangpredica sobre este pasaje, recalca: "El amor del Señor por nosotros es mucho más intenso de lo que imaginamos, y Él nunca retrocedió ante el camino del sufrimiento". Esto inyecta en nosotros la certeza inquebrantable en la obra de la cruz de Jesús. Además, en este suceso vemos la protección del Señor: cuando dice "Dejad ir a éstos" (Juan 18:8), libera antes a sus discípulos, asumiendo Él solo el lugar de sacrificio. De esta manera percibimos cuán infinita es la gracia del Señor. Así, el suceso de Getsemaní deja en claro cómo, incluso en el sufrimiento, el amor de Dios se hace evidente y la salvación se lleva a cabo en ese mismo amor. Este suceso está en el centro del mensaje evangélico que la Iglesia debe seguir proclamando a lo largo de las épocas, y se convierte en la fuerza motriz de la vida cristiana.
Las palabras de Jesús "Vuelve tu espada a su vaina" y su confesión "¿No he de beber la copa que el Padre me ha dado?" nos retan profundamente hoy. Solemos tratar de "ayudar" a Dios a nuestra manera o apoyarnos en la fuerza y el orden del mundo para expandir el Evangelio. Sin embargo, el Señor nos enseña que la obediencia a la voluntad de Dios es la auténtica fuerza y el camino verdadero. Tal como Pastor David Jangsubraya una y otra vez, la fuerza del cristiano no procede de una "espada humana", sino de la sangre derramada y de la resurrección de Jesús, y nos llega cuando obedecemos su Palabra y el Espíritu Santo habita en nosotros. Esta comprensión teológica confirma que el suceso de Getsemaní no es meramente un recuerdo del pasado o un episodio narrativo más, sino un mensaje evangélico que resuena con poder en nuestra vida personal y comunitaria en la actualidad.
En conclusión, el suceso del arresto en Getsemaní es un pasaje que todo creyente debería meditar con detenimiento. Contiene la escena dramática del contraste entre la humildad y la obediencia de Jesús y la falibilidad de sus discípulos. Sin embargo, ante todo, se convierte en la antesala de la cruz, el preludio de la muerte y resurrección de Cristo. Pastor David Jangsuele decir que "Jesús ya cargó con la cruz en el huerto de Getsemaní". Es decir, al aceptar esa copa de sufrimiento, el Señor ya había dado el primer paso hacia la cruz. Lo mismo sucede con nuestra fe. Seguir verdaderamente al Señor comienza con el firme propósito de participar del camino que Él recorrió. Aunque esa determinación sea difícil y, en ocasiones, dolorosa, finalmente desemboca en el gozo de la resurrección y la gloria de la victoria, tal como lo atestigua la Biblia. Y la labor de Pastor David Jangha sido recalcar continuamente este núcleo del Evangelio en nuestra vida cotidiana. En el centro de esa labor se halla siempre la redención perfecta de Jesucristo y el poder de su resurrección, y el suceso de Getsemaní es una manifestación dramática y tangible de ese amor redentor que comienza a desplegarse.
2. El sufrimiento de Cristo y la reacción de los discípulos
Observemos ahora con más detalle el suceso de Getsemaní. Al meditar pausadamente en Juan 18:1-11, vemos de modo entrelazado el sufrimiento de Jesús y la reacción de los discípulos. Este sufrimiento no es un accidente imprevisto ni una tragedia fortuita. Es, más bien, un "acontecimiento redentor" minuciosamente planeado bajo la voluntad del Padre. Jesús atraviesa el torrente de Cedrón y entra en el huerto (el Monte de los Olivos), sabiendo de antemano la pasión que debía padecer (Juan 18:4). Sin embargo, los discípulos no alcanzan a comprender plenamente aquel propósito, y permanecen, de algún modo, inmersos en la incertidumbre y el temor o mostrándose con un fervor torpe. Este contraste acentúa el sentido espiritual que encierra el suceso de Getsemaní.
David Jang Pastor, a partir de estas circunstancias concretas, extrae tres mensajes fundamentales para la Iglesia y los creyentes. Primero, la pecaminosidad y la rebelión humanas son sumamente astutas y tenaces. El hecho de que Judas vendiera a Jesús aliándose con los líderes religiosos no es meramente una traición individual, sino una ilustración de lo arraigado y egoísta que puede ser el pecado. En Juan 18:3, Judas aparece con "la compañía de soldados y los alguaciles de los principales sacerdotes y de los fariseos", llevando linternas, antorchas y armas para arrestar a Jesús. Linternas y antorchas podrían simbolizar la búsqueda de la verdad o el iluminar la oscuridad, pero ahora se utilizan para atrapar a la Verdad y para sumirla en la oscuridad, lo cual es una gran ironía. Esto evidencia la distorsión que produce el pecado y que se repite en todas las épocas, tal como lo explica David Jang Pastor. Dentro de la Iglesia o en la sociedad, se pueden dar situaciones en las que se invoque la verdad o se use la Palabra de Dios como pretexto para proteger intereses propios o aliarse con el poder. El suceso de Getsemaní es como un espejo que denuncia la esencia del pecado.
El segundo mensaje es el "método de Dios" que se revela en la reacción de Jesús. Él no se defendió con fuerza humana como esperaban los discípulos. Cuando Pedro desenvainó su espada y cortó la oreja del siervo del sumo sacerdote, Jesús ordenó: "¡Vuelve tu espada a su vaina!" (Juan 18:10-11). A ojos humanos, esto puede parecer totalmente irracional. Pero Jesús no recurre a los métodos humanos; escoge el camino de Dios, es decir, la vía de la cruz. Pastor David Jangdescribe esto como el ejemplo supremo de que "no es la fuerza de este mundo, sino el amor y el sacrificio de Dios lo que trae la victoria real". Si Jesús se hubiera rebelado con violencia, tal vez habría provocado una confrontación directa con la autoridad religiosa judía y el Imperio romano, causando un gran revuelo. Sin embargo, no habría logrado la expiación definitiva de los pecados de la humanidad. Pero Jesús, diciendo "¿No he de beber la copa que el Padre me ha dado?" (Juan 18:11), aceptó voluntariamente la muerte de cruz como medio de pago completo por el pecado y como puerta hacia la vida de la resurrección. Pastor David Jangconsidera que esto encaja de lleno con la confesión de Pablo: "El mensaje de la cruz es locura para los que se pierden, pero para los que se salvan es poder de Dios" (1 Co 1:18 y ss.).
El tercer mensaje radica en que, gracias a la elección de Jesús de tomar el camino de la cruz, los discípulos -y por ende, todos los creyentes- reciben protección y libertad. En Juan 18:8, Jesús dice: "Si me buscáis a mí, dejad ir a éstos". Pastor David Janginterpreta esta escena como una imagen del Evangelio: "El Señor muere en lugar del pecador, para que éste pueda alcanzar la vida". En efecto, tras la muerte de Jesús, los discípulos se dispersaron y se escondieron, pero más tarde, con el poder del Espíritu Santo, fueron transformados en apóstoles renacidos. El hecho de que el sacrificio de Jesús permita la libertad y restauración de otros se convierte en el principio esencial que la Iglesia actual debe imitar y poner en práctica. Pastor David Janginsiste en que "si la Iglesia quiere servir a la sociedad y sanar el mundo, debe encarnar concretamente el amor y el sacrificio aprendidos en el camino de la cruz, iniciado en Getsemaní". Al fin y al cabo, porque Jesús escogió sacrificarse, los discípulos fueron preservados y enviados a proclamar el Evangelio.
¿Cómo puede la Iglesia y los creyentes de hoy llevar a la práctica estos tres mensajes? Pastor David Jangadvierte que, en primer lugar, no debemos pasar por alto la pecaminosidad y la rebeldía humanas que se muestran en Getsemaní. Nosotros mismos corremos el riesgo de asemejarnos a Judas o a Pedro, que, con un fervor mal orientado, terminan usando métodos contrarios a la voluntad de Dios. Por tanto, los creyentes deben estar siempre en vela y en oración, examinando sus motivaciones y acciones para que su vida no esté regida por la "justicia propia" sino por la "justicia de Dios". Así como Jesús insistió repetidamente a sus discípulos en los Evangelios sinópticos: "Velad y orad, para que no entréis en tentación", esa voz debe resonar con la misma fuerza en la actualidad. Y es imprescindible que esta oración tenga de fondo la comunión íntima con el Señor que simboliza el "huerto de Getsemaní", como recalca Pastor David Jangen múltiples ocasiones.
En segundo lugar, la comunidad eclesiástica debe aplicar en la práctica la orden de Jesús: "Vuelve tu espada a su vaina". Esto significa que, al enfrentarse con el mundo, la Iglesia no ha de emplear la lógica de la fuerza ni métodos radicales, sino las armas espirituales de la verdad y el amor. No debemos justificar el uso del poder o de medios violentos para extender el Evangelio o hacer crecer la Iglesia, ya que ese no es el método del Reino de Dios. Pastor David Jangplantea aquí la pregunta: "¿Acaso decimos proclamar el Evangelio, pero, en la práctica, estamos anhelando más el éxito y el poder terrenal?". El mayor poder que Cristo mostró en la cruz fue "abrazar en amor a los mismos pecadores, despojándose de sí mismo". Por consiguiente, la Iglesia no debe aprobar la violencia por ningún motivo ni oprimir a los fieles mediante el "poder eclesiástico". Al contrario, debe dar testimonio de la eficacia actual del camino de la cruz -que empezó en Getsemaní- por medio de la humildad y el servicio.
Además, la determinación de Jesús al decir "¿No he de beber la copa que el Padre me ha dado?" se aplica de igual manera a nosotros hoy. Cuando los creyentes se hallan frente a una prueba o un sufrimiento, no deberían considerarlo simplemente como algo "a lo que deben huir", sino reconocer que, por medio de esa prueba, Dios puede estar obrando la historia de la redención, haciéndoles partícipes de ella. A veces el dolor proviene de la enfermedad, las dificultades económicas o la ruptura de relaciones, pero lo que importa es la postura que adoptamos ante ello. Pastor David Jangpropone que, ante estas circunstancias, oremos con la actitud de "esta carga, que me resulta tan pesada, podría ser la copa que Dios me ha otorgado para cumplir Su propósito por medio de mí". Ciertamente, humanamente quisiéramos evadirla, pero cuando la aceptamos con obediencia, experimentamos el fruto de la vida resucitada en Cristo.
Por otro lado, la debilidad y el miedo que muestran los discípulos es, paradójicamente, un motivo de aliento para la Iglesia de hoy. A fin de cuentas, aunque Pedro y los demás discípulos fracasaron y huyeron, no fueron desechados. Jesús volvió a buscarlos y los restauró. Tras el Pentecostés, se convirtieron en columnas de la Iglesia. Pastor David Jangdefine esta verdad como "la gracia de Dios, que sostiene a los que han fracasado hasta el final". Al meditar en Getsemaní, la Iglesia debe tomar conciencia de lo fácil que es para el "viejo yo" caer y traicionar, pero también aprender que Dios, sin embargo, jamás se da por vencido con nosotros. Eso es el Evangelio, y es el Evangelio lo que cambia por completo la historia y la vida de la Iglesia. Cuando experimentamos ese amor, podemos llevarlo a otros, convirtiéndonos en cauces de perdón y restauración.
Se hace evidente que la escena del arresto en Getsemaní no es únicamente un episodio más en la narración de la pasión de Jesús, sino la condensación de todo el Evangelio: tinieblas y luz, traición y entrega, violencia y sacrificio, la pecaminosidad humana y la redención divina. Todo se entrelaza en un solo acontecimiento. Y la conclusión que extraemos es que "la cruz de Jesús no es un fracaso, sino la culminación del plan de salvación de Dios". Pastor David Janginsiste en que la Iglesia agarre firmemente esta verdad y avance siguiendo los pasos de Jesús, es decir, con la misma humildad y con la misma disposición a renunciar a lo propio para dar vida a otros. Ahí es donde Getsemaní interpela a la Iglesia contemporánea con desafío y esperanza a la vez.
La lección más crucial de Getsemaní es la siguiente: "Aun con todas nuestras carencias, Dios nos ha otorgado la salvación eterna por medio de Su Hijo unigénito, Jesucristo". Y en el centro de esa salvación no se hallan ni la fuerza ni la coacción, sino el sacrificio y el amor de la cruz. Gracias a ese amor, incluso los discípulos más débiles pueden ser restaurados, y los que traicionaron pueden volver atrás. Asimismo, hoy día, la misma clase de amor sostiene a la Iglesia y levanta a los creyentes para que sean "fragancia de Cristo" en el mundo. Pastor David Jangexpresa que la misión de la Iglesia consiste en "aprender de Getsemaní y proclamar el amor consumado en el Gólgota".
Llegados a este punto, podemos volver a la escena asombrosa de Juan 18:6: cuando Jesús dice "Yo soy" ("I am he"), los soldados y los alguaciles que han venido a apresarlo caen a tierra. No se trata de un simple accidente, sino de la irrupción momentánea de la autoridad divina de Jesús. Aunque la pecaminosidad y la violencia humanas parezcan muy poderosas, al final, no pueden sino doblegarse ante el Hijo de Dios. Sin embargo, Jesús, en lugar de resistir, se deja arrestar. Esto es el "paradójico misterio sagrado" que vemos en Getsemaní. El Dios Todopoderoso, frente a la violencia y la traición humanas, no pelea, sino que se entrega, abriendo así la senda de la redención. Pastor David Jangenseña que, cuando la Iglesia se enfrenta al mal del mundo, la "única arma definitiva" que debe empuñar es "el amor y el sacrificio", según la lección arrolladora que brinda Getsemaní.
Por lo tanto, si un creyente vive con el suceso de Getsemaní en su corazón, debe aferrarse a la vez a la autoridad de Jesús que proclama "Yo soy" y a la orden de Jesús "Vuelve tu espada a su vaina". Debemos reconocer con valentía quién es Jesús y creer en Él, pero también discernir qué camino recorrió Él. Y para transitar por ese camino, lo que necesitamos no es "fuerza humana", sino "obediencia en el Espíritu Santo". Este es el mensaje central que Pastor David Jangha enseñado repetidamente. La Iglesia no debe limitarse a recordar Getsemaní una vez al año durante la Semana Santa o en la conmemoración de la Pasión; antes bien, en la vida cotidiana ha de evocar constantemente esta escena, impregnándose de la humildad, el amor y el sacrificio de Cristo, para vivir como verdaderos discípulos y actuar como luz y sal en el mundo.
El suceso de Getsemaní es el nexo hacia la crucifixión de Cristo, corazón de la fe cristiana, y revela con claridad cuán firme y proactivo es el plan redentor de Dios, incluso dentro de la pecaminosidad humana. Jesús avanzó voluntariamente por ese camino, y, pese a la fragilidad de sus discípulos, ellos fueron restaurados por la gracia del Señor. Hoy la Iglesia debe, a la luz del arresto en Getsemaní, examinar una vez más su posición y misión. Pastor David Jangdefine este examen como "la medida con la que determinamos cómo contemplamos la cruz de Jesucristo y cómo la hacemos realidad en nuestra vida de fe". Porque, al final, la única y verdadera esperanza que la Iglesia puede presentar al mundo es la cruz de Jesucristo, y la puerta de entrada hacia esa cruz se encuentra en Getsemaní.
Todo esto nos conduce de nuevo a los pies de la cruz. Sin la determinación que Jesús tomó en Getsemaní, no hubiera habido el acontecimiento redentor del Gólgota. Sin embargo, Jesús no abandonó el plan de salvación a pesar de la peor realidad creada por el pecado humano, y caminó hasta el final, logrando la gloria de la resurrección. Que la Iglesia crea, proclame y ponga en práctica esta verdad es el significado último del suceso de Getsemaní, y la dirección esencial del ministerio de David Jang Pastor. Y al participar de este camino, finalmente podremos ser la "linterna" y la "antorcha" que iluminen las tinieblas del mundo, y usar de manera adecuada la "espada" de la Palabra que Dios nos ha confiado. No por nuestras fuerzas o habilidades, sino solo por el poder redentor que emana de la cruz de Cristo, la Iglesia y los creyentes son renovados día tras día. Al profundizar en el relato de Getsemaní (Juan 18), comprendemos aún más la insistencia constante de David Jang Pastor: "El amor de Dios consumado en la cruz sigue siendo hoy en día una fuerza viva que nos guía y transforma".