1. La solidaridad en el pecado y el plan de salvación de Dios
Para comprender adecuadamente el pasaje de Romanos 6:1-11, es fundamental observar su íntima conexión con el capítulo 5 de la misma carta. El pastor David Jang ha enfatizado en múltiples ocasiones esta relación, en especial porque el tema de la solidaridad en el pecado y la teoría de la representación presentado en Romanos 5 guarda un vínculo estrecho con el discurso sobre la santificación en Romanos 6.
En Romanos 5 aprendemos que, a causa de la caída de Adán, el pecado fue transmitido a toda la humanidad. Este es el problema del "pecado original": el resultado de aquella desobediencia es que el ser humano nace con una naturaleza pecaminosa. Según la Biblia, Adán, quien debía ser el "canal de bendición" para toda la humanidad, se convirtió, tras su caída, en el representante que trajo pecado y muerte. Esta representatividad (Representation) o solidaridad (Solidarity) aparece en muchos pasajes bíblicos. Por ejemplo, en el Antiguo Testamento, cuando Acán pecó, todo el pueblo de Israel sufrió la derrota en la batalla de Hai; o cuando Moisés, desde la retaguardia del campo de batalla, levantaba sus manos en oración, Josué lograba la victoria militar. Estas historias ilustran claramente cómo la acción de una persona afecta a toda la comunidad.
El pastor David Jang subraya que el concepto de la solidaridad en el pecado no se limita solo al pasado del pueblo de Israel, sino que sigue vigente para la comunidad de la iglesia y la vida de los creyentes de hoy. En el Nuevo Testamento, el apóstol Pablo enseña a los creyentes en Roma que, así como en Adán todos se hicieron pecadores y están destinados a la muerte, en el "último Adán", Jesucristo, ocurre una transformación radical: ahora se nos imputa justicia. Por la sangre derramada de Cristo en la cruz, recibimos la justicia que nos transfiere de la esclavitud del pecado al reino de la gracia. De ahí que en la segunda mitad de Romanos 5 Pablo declare que "donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia", alabando la autoridad de la gracia y la justicia, muy superior al poder del pecado.
Esta verdad, de que la salvación se basa únicamente en la gracia y que incluso el mayor de los pecados puede ser perdonado en la compasión y el amor de Dios, es semejante a la conquista de la libertad. Sin embargo, a menudo surge la confusión: "Entonces, cuanto más pequemos, ¿no obtendremos más gracia? ¿No conviene seguir pecando?". Pablo anticipa esta pregunta y la aborda en Romanos 6:1: "¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde?". De inmediato responde con firmeza en el versículo 2: "¡De ningún modo!". Aunque es cierto que la gracia abunda donde hay mucho pecado, no podemos permanecer deliberadamente en el pecado. Nuestra condición ha cambiado esencialmente en Cristo; por tanto, vivir atados al pecado sería contradictorio.
En este punto, el pastor David Jang insiste en distinguir con claridad entre "justificación" y "santificación". La justificación es el cambio de estatus que acontece de una sola vez cuando recibimos a Cristo. Significa la liberación de la pena del pecado y la solución al "pecado original". Pero, una vez salvos, nuestra "condición" continúa requiriendo la transformación progresiva mediante el poder del Espíritu Santo y la luz de la Palabra. Este proceso continuo, la lucha contra la naturaleza pecaminosa (los pecados personales) que aún emerge en nuestra vida cotidiana, recibe el nombre de santificación. Aun los creyentes pueden caer y ser tentados, pero habiendo sido liberados de la condena del pecado por Cristo, ya no estamos obligados a servir al pecado como antes.
Pablo menciona en Romanos 6:3-4 el ejemplo del bautismo, describiendo cómo, al ser bautizados, somos sepultados con Cristo y también resucitados con él. Sumergirse en el agua y luego salir simboliza que los pecados y la antigua forma de vivir han muerto, y que ahora somos nuevas criaturas. El pastor David Jang señala que el significado del bautismo no se reduce a un mero ritual externo, sino que, antes de este acto, debe producirse el verdadero bautismo del Espíritu Santo en el corazón. Primero, nuestra mente ha de creer en la sangre y la resurrección de Cristo, experimentando una transformación genuina; el bautismo en agua confirma públicamente ese cambio interior.
Asimismo, el pastor David Jang interpreta la frase de Romanos 6:5 y siguientes: "Si fuimos unidos con él en una muerte como la suya, también lo seremos en una resurrección como la suya", como un "traslado a un nuevo régimen o ley". En el pasado, estábamos bajo el dominio del pecado y la muerte (en Adán), pero, al unirnos con Cristo, nos sometemos a la ley de la justicia, la ley del Espíritu de vida y la autoridad del amor. Bajo este nuevo señorío, el pecado ya no puede reinar como antes.
Aun así, en la experiencia real de la fe, vemos que nuestros "viejos hábitos" siguen aferrándose a nosotros. Esto ocurre porque, tras la justificación, permanece la huella del pecado personal. El pastor David Jang compara la situación con "una guerra principal ya ganada, pero con operaciones de limpieza aún en curso". En el plano cósmico, Cristo selló la victoria al destruir la cabeza de Satanás en la cruz. Sin embargo, en nuestro día a día, aún quedan focos de resistencia que debemos combatir. Este combate representa la santificación: en lo cotidiano, el creyente discierne y confiesa su pecado, y con la Palabra y la ayuda del Espíritu Santo, va despojándose poco a poco del viejo hombre para ir pareciéndose más a Cristo.
¿De dónde obtenemos la fuerza para esta "operación de limpieza"? Pablo responde en Romanos 8, destacando la función del Espíritu Santo. él renueva en nosotros el significado de la muerte y resurrección de Cristo y nos guía para permanecer en Su gracia. En ese contexto, cuando el Espíritu Santo confirma el amor de Cristo en nuestro interior, recibimos la voluntad de alejarnos del pecado, el temor a ofender a Dios y la capacidad para vencer la tentación.
En síntesis, Romanos 6 se enmarca en la continuación de las enseñanzas de Romanos 5 acerca de la solidaridad en el pecado, el contraste entre Adán y Cristo y el reinado de la gracia. Justo después de proclamar la sobreabundancia de la gracia donde abunda el pecado, Pablo advierte que no debemos malinterpretar ese mensaje ni usarlo como excusa para relajarnos en el pecado. Si en Cristo somos nuevas criaturas, ya muertas al pecado y vivas para la justicia, hemos de encaminarnos por la senda de la santificación. El pastor David Jang recalca una y otra vez que debemos reflexionar seriamente acerca de cómo la realidad de "haber muerto y resucitado con Jesús" afecta nuestra vida práctica. También subraya la importancia de la comunidad eclesial: la iglesia es el cuerpo de Cristo y los creyentes son miembros de ese cuerpo. Por ello, si en la comunidad persiste el pecado, tenemos el deber de confesarlo juntos y volvernos a Dios.
Al final, la solidaridad en el pecado muestra que incluso un acto personal afecta a toda la comunidad, y, a la vez, la solidaridad en Cristo resalta que, siendo un cuerpo, debemos amarnos mutuamente y esforzarnos por llegar a la santidad. El pastor David Jang concluye que solo cuando la iglesia enseña equilibradamente las dos caras del evangelio -pecado y gracia, ira y amor-, puede manifestar en el mundo la santidad de Dios. El punto de partida es comprender correctamente nuestra nueva identidad: hemos muerto y resucitado con Cristo.
Desde esta perspectiva, podemos profundizar en Romanos 6:1-11 y su referencia al bautismo, la unión con Cristo y cómo se aplica a la vida del creyente. Debemos recordar que ya hemos sido crucificados y resucitados con Cristo, y que ese hecho se proclama públicamente en la ceremonia del bautismo. Este es el primer aspecto clave del pasaje. El segundo es cómo, siendo ya partícipes de la muerte y resurrección de Cristo, debemos enfrentar el pecado en la vida diaria. En Romanos 6:11 se lee: "Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús". Esto no es meramente un ejercicio mental ni un acto de sugestión, sino un verdadero cambio de perspectiva basado en una realidad espiritual consumada.
¿Por qué, entonces, experimentamos todavía la tentación? Esto se debe a nuestra carne, al entorno que nos rodea y a la constante oposición de Satanás. Sin embargo, nuestro estatus ha cambiado; el Espíritu Santo mora en nosotros, algo totalmente diferente de nuestra condición anterior. El pastor David Jang explica esto recurriendo otra vez a la idea de la "unión con Cristo". Cuando él murió para cargar con nuestro pecado, obtenemos la libertad de una vez por todas; y, al participar de Su resurrección, entramos en la vida eterna. Por ende, los motivos que mueven nuestro corazón y nuestros valores se basan ahora en nuestro estatus de hijos de Dios, en lugar de estar esclavizados por el pecado. Esto hace posible el arrepentimiento y la santificación después de la justificación.
En resumen, podemos resumirlo de este modo: el contraste entre Adán y Cristo, la confrontación entre el pecado y la gracia, y el paso de la solidaridad en el pecado a la solidaridad en la gracia se exponen en Romanos 5 y conducen a Romanos 6, donde se explica por qué el creyente justificado avanza hacia la santificación. A la luz del bautismo, signo de la unión con Cristo, debemos vernos a nosotros mismos como muertos al pecado y vivos para Dios, reconociendo nuestra nueva identidad y recibiendo poder para luchar contra el pecado y buscar la santidad. El pastor David Jang insiste en que esta enseñanza debe ser comprendida hoy en la iglesia para que la gracia no se convierta en pretexto de desorden, sino en gratitud y poder para vivir en santidad.
2. La unión con Cristo, el bautismo y la santificación mediante el Espíritu Santo
Como vimos, en Romanos 6:3-4, Pablo declara: "¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?", destacando la importancia de la unión con Cristo (Union with Christ). El pastor David Jang enseña que el bautismo es señal de esta unión y la declaración pública de nuestra incorporación a la iglesia. Desde la tradición judía, cuando un gentil aceptaba la fe en el judaísmo, se bautizaba sumergiéndose completamente en agua, simbolizando la limpieza del pasado y el nacimiento de una nueva identidad. De manera análoga, en el cristianismo, el bautismo con agua expresa que morimos con Cristo y volvemos a la vida con él.
Sin embargo, el pastor David Jang añade que no se trata solo de un rito externo de inmersión, sino que debe precederle el "bautismo del Espíritu" en el corazón. El Espíritu Santo enciende con fuego nuestro interior, nos lava con la verdad de la Palabra y nos hace comprender que, a pesar de ser pecadores, hemos sido salvados por la sangre de Cristo. En ese momento, cambian los motivos profundos de nuestra existencia, y dejamos de vivir de espaldas a Dios para volvernos hacia Jesucristo. Posteriormente, el bautismo en agua confirma ante la comunidad cristiana y el mundo este cambio interior.
En Romanos 6, esta "unión" se describe con especial profundidad. Pablo afirma que si nos unimos a la muerte y resurrección de Cristo, así como él murió al pecado de una vez y ahora vive para Dios, nosotros también debemos considerarnos muertos al pecado y vivos para Dios. El pastor David Jang llama a esto una "unión real". El creyente y Cristo no están meramente unidos a nivel conceptual o intelectual, sino que, por medio del Espíritu Santo, se convierten en un organismo espiritual vivo. De ahí que la iglesia sea llamada "el cuerpo de Cristo".
Cabe destacar que esta unión con Cristo implica la ruptura total con nuestro pecado pasado. La expresión "sepultados juntamente con él" no es una metáfora cualquiera, sino una verdad espiritual: nuestro "viejo hombre" fue realmente clavado en la cruz y sepultado con él. Por lo tanto, los creyentes están "ya" libres del castigo y del dominio del pecado, aunque "todavía" deban enfrentar los hábitos arraigados en la carne, las tentaciones que surgen de nuestra relación con el mundo y los ataques de Satanás. El pastor David Jang suele usar la alegoría de "la guerra principal terminada y la fase de limpieza en marcha". Con la muerte y resurrección de Cristo, Satanás fue derrotado de manera definitiva, pero él continúa intentando perturbar nuestra vida diaria a través de sus últimas maniobras de resistencia. Aun así, esta limpieza no puede revertir el resultado; es el cierre de un conflicto con victoria asegurada.
¿Cómo obtener la fuerza para esta "operación de limpieza"? Tal como Pablo explica en Romanos 8, el Espíritu Santo nos auxilia en nuestra debilidad, intercede por nosotros con gemidos indecibles y nos guía a comprender la voluntad profunda de Dios. El pastor David Jang enfatiza que solo el Espíritu Santo es quien abre nuestro corazón y sella en lo profundo de nuestro ser la cruz y la resurrección de Cristo, capacitándonos para alejarnos de los viejos patrones de pecado. El Espíritu Santo actúa a través de la "espada" de la Palabra: ella expone nuestro pecado, conduce al arrepentimiento y, a la vez, nos hace descubrir con nuevo gozo el amor y la gracia de Cristo, dándonos un motivo para apartarnos del mal.
La vida de santificación, según explica con frecuencia el pastor David Jang, consiste en ordenar la vida cotidiana a la luz de una salvación ya consumada en Cristo. Cada vez que la memoria del pecado o los viejos hábitos quieran atraparnos, debemos proclamar: "Eso ya fue crucificado en la cruz" y pedir la ayuda del Espíritu. Al escudriñar la Escritura a diario, al confesarnos en la comunidad cristiana y al recuperar la seguridad en la gracia, nos transformamos cada vez más conforme a la imagen de Cristo.
El pastor David Jang resalta también la importancia de la "pertenencia" y la "identidad". A través del bautismo, somos admitidos oficialmente a la iglesia, lo cual implica que nos alineamos bajo la soberanía del Rey, Jesucristo. Ya no estamos bajo la potestad del pecado ni de Satanás. Por eso, cuando el pecado nos tiente, podemos responder: "Ya no eres mi dueño, tengo otro Señor: Jesucristo". Se trata de una auténtica "declaración de soberanía espiritual", posible solo gracias a nuestra "unión con Cristo".
Pablo recalca en Romanos 6:9-10 que "Cristo, habiendo resucitado de entre los muertos, ya no muere; la muerte ya no tiene dominio sobre él". Es una reiteración de la victoria definitiva de Cristo sobre la muerte y el pecado, la cual culmina en el versículo 11: "Así también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús". El pastor David Jang medita en este pasaje y explica que no se trata de una mera exhortación, sino de "reconocer un hecho consumado". En otras palabras, debemos vivir según la posición espiritual y la autoridad que ya poseemos. Si ignoramos esta realidad y seguimos viviendo como esclavos del pecado, nos contradecimos y desaprovechamos la libertad y la gracia del evangelio.
Uno de los errores más frecuentes en el proceso de santificación es que, al ver las huellas del pecado, muchos se angustian y dudan de la seguridad de su justificación. Pero Pablo, en Romanos 7, confiesa sus propias luchas ("porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo") y luego, en Romanos 8, proclama la victoriosa verdad: "Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús". El pastor David Jang llama a esto "la paradoja y el poder del evangelio". Podemos tropezar, pero cada vez que caemos, volvemos a levantarnos sobre la base de la declaración: "Ya morí al pecado y estoy unido al Espíritu de vida en Cristo".
Lejos de fomentar una "gracia barata" o la permisividad con el pecado, esta certeza nos da "fuerza y motivación" para buscar la santidad. El esfuerzo motivado por la culpa o el temor legalista no transforma el corazón profundamente. Sin embargo, cuando tenemos la seguridad de ser justificados e hijos de Dios, y reconocemos Su corazón de Padre, se produce una transformación mucho más genuina, deseando participar de Su santidad y agradarlo. El pastor David Jang llama a esto "el fruto del Espíritu que brota del evangelio". Cuando la gracia y el amor de Cristo llenan nuestro corazón, naturalmente aborrecemos el pecado y nos apartamos de él.
Esta experiencia no se desarrolla en aislamiento, sino en la comunidad de la iglesia, donde mutuamente examinamos nuestras faltas, nos ayudamos a confesar, nos alentamos, celebramos juntos los logros y crecemos unidos. Pablo describe en 1 Corintios 12 a la iglesia como "el cuerpo de Cristo", donde el sufrimiento de un miembro es el sufrimiento de todos y el honor de uno es el honor de todos. Así, las reflexiones personales de Pablo en Romanos 6 y 7 se relacionan con la vida corporativa de la iglesia. No podemos enfrentarnos al pecado y alcanzar la santificación solos: necesitamos la Palabra y el Espíritu Santo, operando en la iglesia, para experimentar la santificación genuina. Por ello, el pastor David Jang insiste en que "la experiencia de salvación individual no puede separarse de la vida en la iglesia. Después del bautismo, es vital que crezcamos en comunidad, exhortándonos y reprendiéndonos, para madurar juntos".
La esencia del mensaje de Romanos 6:1-11 es: "Consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús". Esa verdad trasciende la simple confesión verbal; influye en nuestra manera de enfrentar el pecado, de rendir culto a Dios y de relacionarnos con el prójimo. Este cambio no se completa de la noche a la mañana, sino que avanza gradualmente bajo la guía del Espíritu Santo. El pastor David Jang reconoce que los creyentes siguen tropezando y sufriendo crisis, pero nos recuerda que la base de nuestro retorno es la verdad de que nuestro "viejo hombre ya fue crucificado con Cristo" y que "ahora vivimos en una nueva vida con Cristo resucitado".
Asimismo, el pastor David Jang destaca el profundo sentido de "libertad existencial" que esta doctrina otorga a los creyentes de hoy. Cuando las múltiples tentaciones, ambiciones y valores terrenales nos acechan, no tenemos por qué cederles. Ya pertenecemos a un Señor diferente: Jesucristo, quien nos gobierna con amor, gracia y santidad. En esa autoridad divina encontramos la libertad para adorar a Dios, servir al prójimo y ser canales de Su amor en el mundo. Así, Romanos 6 confirma la identidad y la misión del creyente en la sociedad.
Además, el pastor David Jang interpreta este mensaje con una proyección "futurista". En un episodio del ministerio terrenal de Jesús narrado en Juan 9, Sus discípulos señalan a un hombre ciego de nacimiento y preguntan: "¿Quién pecó, él o sus padres?", a lo que Jesús responde que la causa no reside en el pasado, sino en que la obra de Dios se manifestará en él. Similarmente, nuestra salvación, santificación y nueva forma de vida se originan en un contexto de pecado y miseria pasados, pero se dirigen a la manifestación de la gloria y el amor de Dios. Nuestra mirada debe estar puesta en la segunda venida de Cristo, en la conclusión gloriosa de la historia y en la esperanza de cielos nuevos y tierra nueva. Romanos 8:23 expresa: "Nosotros que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos dentro de nosotros mismos esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo", aludiendo a la resurrección futura y la plenitud de la vida eterna.
La enseñanza de Romanos 6:1-11 sobre justificación y santificación, pecado y gracia, y la unión con Cristo se integra en una visión global de la fe. El pecado, iniciado en Adán, se extiende a toda la humanidad, pero Cristo rompe ese ciclo, y ahora ya no somos esclavos del pecado, sino de la justicia, y no vivimos bajo la muerte, sino en la ley del Espíritu de vida. Por tanto, a la pregunta "¿Permaneceremos en pecado?" Pablo responde: "¡De ningún modo!". El pecado ya no tiene autoridad para definir nuestra identidad.
El pastor David Jang insta a los creyentes actuales a grabar esta verdad en su corazón y a revisar en su vida cotidiana el sentido del bautismo. Esa proclamación pública de la unión con Cristo debe materializarse en la vida de la iglesia mediante el gozo de la salvación compartida, la reconciliación de nuestras debilidades y el florecimiento de los frutos del Espíritu. Sin esta vivencia real, el bautismo podría reducirse a un rito religioso aislado. Pero, en la medida en que el Espíritu Santo reavive en nosotros, día tras día, la muerte y la resurrección de Cristo, experimentaremos la libertad y el gozo de ser "muertos al pecado y vivos para Dios", lo que, a su vez, nos impulsa a invitar a otros a salir del dominio del pecado y la muerte.
La enseñanza de Romanos 6:1-11 pone de relieve dos puntos esenciales: en primer lugar, el principio veterotestamentario y universal de la solidaridad en el pecado y la representación, vigente también en el Nuevo Testamento; en segundo lugar, la solución plena al pecado que nos libera para caminar en la justicia y santidad. Aferrados a la certeza de la justificación, y con la ayuda del Espíritu Santo, debemos vivir la santificación a lo largo de toda nuestra existencia. Tal como recalca el pastor David Jang en sus prédicas y escritos, debemos avanzar "no anclados al pasado, sino con la mirada puesta en la gloria futura y en la gracia presente". Solo así alabaremos la obra de salvación de Dios, donde la gracia sobreabunda allí donde abunda el pecado, al tiempo que evitamos abusar de esa gracia para caer en el desorden, y encaminándonos a la santidad.
Finalmente, Romanos 6:1-11 nos enseña que, habiendo sido declarados muertos al pecado y partícipes de la resurrección de Jesucristo, nuestra realidad espiritual nos libera de la necesidad de someternos al pecado. Más bien, mediante el arrepentimiento y el poder de la gracia, respondemos al pecado con sensibilidad y firmeza, aferrándonos a la Palabra y resistiendo la tentación. El pastor David Jang lo describe como "negarse a uno mismo cada día y tomar la cruz, participando también de la vida resucitada cada día". Estas "pequeñas batallas cotidianas" fortalecen progresivamente a nuestro "nuevo hombre" en Cristo y debilitan al "viejo hombre". Así nuestra vida, tanto individual como comunitaria, se convierte en un testimonio ante el mundo, encaminándose al objetivo final de glorificar a Dios.
La lección central del estudio de Romanos 6:1-11 consiste, pues, en mantener el equilibrio entre "despojarnos del pecado" y "no abusar de la gracia". Debemos apartarnos del pecado sin caer en un legalismo rígido, y disfrutar de la gracia sin convertirla en libertinaje. Esa senda se abre únicamente gracias a nuestra unión con Cristo. Parafraseando al pastor David Jang: "El verdadero evangelio no deja al pecador en su pecado, ni se limita a condenarlo con legalismo. Lo justifica y lo va transformando realmente en santo, según el plan de salvación de Dios". No se trata de méritos humanos, sino de la cruz, la resurrección y la obra del Espíritu Santo en Cristo. Esa es la razón por la cual Pablo declara con seguridad en Romanos 6:11: "Consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús". Tal certeza en la salvación es la base sobre la cual el creyente puede resistir al pecado y avanzar hacia la santidad sin desfallecer. Este es, en esencia, el mensaje que el pastor David Jang ha predicado con insistencia al exponer Romanos 6:1-11.